| » 2024-08-19 |
Monólogos 1. Humor y justicia.
El humor caricaturiza el mundo, lo exagera, lo magnifica. Engrandece los defectos, ridiculiza lo sagrado, lo institucional, lo normal en une palabra. Es un ajuste de cuentas con el poder. En ese sentido no es ecuánime, no está del lado de la justicia. Pero si pensamos que el humor es una respuesta a una injusticia -que trata de reparar- entonces resulta que el humor es el gran nivelador… pero pendular. Cumpliendo con la ley del péndulo -que empuja al plomo exactamente a la posición simétrica a la original, pero tan alejada del centro, del equilibrio, como aquella- el humor imparte justicia, pero la ley del talión y no la justicia abstracta: devuelve la desigualdad en respuesta a la desigualdad: ojo por ojo y diente por diente. La justicia abstracta define un punto medio -de equilibrio- y a él se refiere como ideal, como el punto que no se puede sobrepasar. El péndulo no se detiene en ese pu nto sino tras múltiples oscilaciones. Pero la ley del talión fue la primera justicia, la primigenia. Nadie podrá discutir que no sea justicia. ¡Y lo bien que sienta devolver el sopapo! Otra cosa es que aceptemos la venganza como parte de aquella. Es más que justicia: justicia y reparación; justicia y venganza. No solo nivela la desigualdad sino que hace que el abusador pruebe su propia medicina: la injusticia. No se trata de aplicar simplemente la justicia sino de una labor pedagógica: enseñar al infractor las consecuencias de sus actos, en sus propias carnes. ¡Zas. En toda la boca! Hay pocas maneras mejores de enseñar conductas que hacer pasar al infractor por la conducta que él mismo ha aplicado en detrimento de la víctima. Eso no lo “debe” hacer la justicia pero lo hace el humor. Claro que las penas también son distintas: virtuales las unas y físicas las otras.
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